Seguro tú también lo has escuchado. “Yo no me junto con venezolanos”, dice un maracucho en Houston. “Yo ya no quiero trabajar con venezolanos”, dice el dueño de un restaurante venezolano en España.
Ayer publiqué un reportaje acerca de los médicos y sanitarios venezolanos que solicitan al gobierno español celeridad en la homologación de los títulos para que puedan atender el llamado urgente del propio gobierno: se necesitan contratar a médicos extranjeros en plena pandemia.
Los médicos venezolanos que trabajan de limpiadores o repartidores de comida sólo piden algo de sentido común: que se acelere la burocracia de la homologación para que puedan comenzar a trabajar.
Cuando comencé a leer los comentarios de la publicación, quedé sorprendido: “¿Quiénes son ellos para exigir al gobierno de España?” “¿Por qué son tan prepotentes? Que cuiden viejos como todos los que llegamos aquí”.
Al indagar en los perfiles que disparaban contra los médicos venezolanos, me percato de que son también venezolanos con sus zapatos nuevos, en su gimnasio, desde un yate y con sus coreografías de Tik-Tok. Atacan al colectivo de profesionales universitarios que aspiran a salvar vidas. Sus comentarios incendiarios me golpearon la moral. Y también las decenas de “Likes” los apoyaban.
Tomo aire, reflexiono. ¿En qué nos hemos convertido? En el maracucho de Houston que ha jurado no juntarse con venezolanos. En el caraqueño del restaurante venezolanos de Madrid que arremete en privado a su clientela.
Soy consciente de las grandes carencias y enormes vicios que arrastramos como sociedad. Pero no me deja de sorprender el desprecio que hemos desarrollado, en el exterior, hacia nosotros mismos.
De repente, nos hemos convertido en el peruano que nos rechaza porque cree que todos somos delincuentes. Muchas veces, con la descalificación hacia el compatriota, con el ataque hacia el ciudadano que sólo aspira vivir, como tú, como yo y como todo inmigrante, en una economía más pujante, en un país más próspero, en una sociedad más comprensiva y tolerante. En un país maravilloso como el que perdimos por el egoísmo y la vileza hacia nosotros mismos.
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