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  • Foto del escritorDavid Placer

“Españita”

Hoy, 12 de Octubre, España amaneció como “Españita”. Un sector ruidoso de la nueva izquierda española ha madrugado con ataques hacia el nombre del país. La “gran España” es ahora “Españita”. La estrategia de marketing ya se posiciona como tendencia número uno en Twitter. Es la última fórmula de un sector de Podemos para atacar al orden vigente el mismo día en que Pablo Iglesias se negó a saludar al Rey.


Creo que los inmigrantes que elegimos España como país adoptivo no terminamos de entender a esta nación guerracivilista, de izquierdas contra derechas, de fachas contra rojos. Pero el eterno fraticidio español ahora comienza a parecerse a lo que conocemos. Hoy la confrontación se libra en entre institucionalistas y revolucionarios. Partidarios del orden establecido contra los que piden la refundación del país a través de una Asamblea Constituyente (¿les suena?), para liquidar un sistema que, según la nueva izquierda, ha traído hambre, miseria y destrucción de la educación y la sanidad.


Como extranjeros, nos cuesta entender cómo en un país que erradicó el hambre, que ofrece un excelente sistema de salud, seguridad y educación puede crecer tan rápidamente la idea de que urge una demolición, que necesita a unos salvadores que rompan con todo lo conocido hasta ahora.


Somos los latinoamericanos, venezolanos, bolivianos y ecuatorianos que llegamos más de 500 años después de la Conquista, los que advertimos que España ha logrado amplios y profundos éxitos como sociedad. A pesar de que esté muy lejos de ser un país ideal que enfrenta serios problemas como el desempleo y la carestía de la vivienda, somos nosotros, los 5 millones de inmigrantes en España, los que elegimos vivir en este país para recordar a los españoles que la confrontación entre bandos, las revoluciones o refundaciones suelen terminar en la destrucción del país al que supuestamente un grupúsculo pretende salvar.


Somos los inmigrantes, los que huimos de países fragmentados, de regímenes corruptos y dictatoriales, de Estados fallidos y de hambrunas reales y no inventadas los primeros que deseamos que España nunca se convierta, como algunos pretenden, en “Españita”.

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